✔ 🟢 No obligues a tus hijos a comer saludable
No obligues a tus hijos a comer saludable
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Pareciera que por el título me volví medio loco al comentar esa recomendación, pero la realidad, es que, es lo que es, bajo el siguiente contexto: No obligues a tus hijos a comer saludable, solo deja de comer mal tú, recuerda que el ejemplo arrasa, lo que ven que haces, ellos lo imitan porque de forma directa o indirectamente les estás educando, te guste o no el resultado.
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En este caso, si tú eres la persona responsable por la alimentación de un “menor” (legalmente se considera menor cualquier persona antes de los 18 años, es decir que, aunque nos enfoquemos en los niños, buena parte de este tema aplica también para los adolescentes), tienes la obligación de preocuparte por su salud y velar por lo que es mejor para ellos, o acaso tú dejarías que anduviera solo con personas drogadas en la calle (espero que no).
Pues en el caso de la alimentación también se incluye en esta responsabilidad de saber lo que es mejor para ellos y si no lo sabes, debes aprender ya que buena parte de las consecuencias de un hijo sano o no, lejos de culpar a los genes, escuela, amigos, gobierno, empresas, productos, etc., los responsables principales de todo, son los hábitos inculcados por las personas que se supone, son las que más los quieren (incluyéndote).
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En repetidas ocasiones me han traído a menores a consulta como si fuera un ente ajeno a la familia.
“Te lo he traído para que lo bajes de peso”
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Ya adentrados unas semanas en el tratamiento, me salen con el comentario de que “luego voy a venir yo para bajar de peso”, ¡qué queeee!!!, cada vez que escucho esto, siento una frustración tremenda, ya que quien debe empezar a cuidar su forma de comer es la persona adulta para que el hij@ lo siga y no lo contrario.
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Ya me imagino a esa pobre criatura en casa sufriendo todos los días el “martirio” de “comer saludable” cuando todos los demás están comiendo las cosas que tanto le gustan (y que le llevaron a ese estado deficiente de salud y/o sobrepeso), se me viene a la mente algo así como “ahí está tu ensalada de lechuga que te mandó el Doctor, comete todo”; y los demás, ¿de qué van a querer su torta de tamal y su atole?
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¿Visualizaste la escena anterior? O mejor aún ¿Lo has hecho así en algún momento?, que trauma le estás generando sobre comer saludable a esa personita al hacer esa terrible distinción.
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Cuando lo mejor es hacerlo para todos por igual y punto, sin preguntar, sin quejarse como adulto, sin obligarlo a comer saludable, simplemente es lo que hay y se acabó (y si no quiere comer, pues déjal@ sin otra opción, como siempre lo he dicho: “el hambre es canija”).
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Entonces aquí te menciono algunas recomendaciones que puedes llevar a cabo para iniciar sutilmente el cambio de alimentación en tus hijos sin que se note y sobre todo sin obligarlos a comer saludable y “sufrir” por el cambio:
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NO PREGUNTES, MEJOR DA OPCIONES:
Cuando los hijos son menores (en especial a los niños), NO SE LES PREGUNTA qué quieren comer, lo ideal es darles lo que hay, lo que tú sabes (muy en el fondo sé que lo sabes) que es lo mejor para ellos, o si acaso, DALE OPCIONES entre dos o tres cosas sanas y ellos elijan la que mejor se les antoje o desde el punto de vista de un niño, no les quedará de otra que elegir la menos peor.
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Por ejemplo, al salir de la escuela y encontrarse con el mercado de golosinas, en vez de decirle qué quieres (ojo solo si te lo piden, si no dicen nada tú calladit@ y vámonos a casa).
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Si realmente estás dispuesta a comprarle algo por el mal hábito de hacerlo, puedes comenzar por decirle, te compro algo, pero elije si quieres mango, pepino o zanahoria (SIEMPRE hay opciones), no hay más.
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Seguramente te va a alegar, quiero unas papas, tú con voz firme vas a decir:
Es lo que te dije o nada, así de simple comenzarás a generar el hábito y gusto de alimentos saludables hasta que por gusto, costumbre o maña, el mismo niño te diga “hoy quiero sandía” incluso solo para darle la sensación que el niño ganó o fue tomada en cuenta su opinión, pero eso sí, tú no te compres las papas que él(ella) quería, recuerda que no debes obligarlos a comer saludable, solo deja de comer mal tú.
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Pero por miedo a que nos dejen de querer o nos odien o nos hagan un berrinche que nos haga pasar vergüenza, o bien por el gusto de ser considerados los mejores padres o cuidadores del mundo (sin importarnos si les afectamos su salud), les preguntamos “qué quieren comer”.
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Imagínate, con este estilo de educación alimentaria, qué niño gordito te va a decir “hoy dame brócoli con coliflor y pescado asado”, eso jamás va a pasar (aunque admito que habrá una que otra excepción), seguramente te va a decir quiero hamburguesa, pizza, nuggets, papas fritas, jugo, dulces, etc.
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NO DES ALIMENTOS COMO PREMIOS O CASTIGOS:
Es tal el grado de incongruencia que tenemos los adultos que cuando damos premios, les damos cosas malas y cuando damos un castigo, lo hacemos con cosas buenas.
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Por ejemplo, los premiamos con dulces, helados, galletas, etc. si hacen tal o cual cosa, si terminan toda su comida, si saca buenas calificaciones, si se portan bien, etc., por el contrario, los castigamos con no levantarse de la mesa hasta que hayan terminado su ensalada, si no me haces caso, te voy a dar la ensalada de brócoli con coliflor que tanto odias, ¿ves la incongruencia?
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Este tipo de hábitos a mediano y largo plazo va a asociarse con auto-premiarse o castigarse con comida, afectando por supuesto su salud y peso, por ejemplo, al ser adultos, cuando nos sentimos mal, buscamos auto-consuelo en los alimentos que, generalmente son esas cosas malas con las que te premiaban en la infancia, la clásica escena de película romántica cuando “cortan” a la chica y ésta se encierra a sufrir su duelo con un bote de helado de chocolate y para colmo, sin ninguna consecuencia en su cuerpo (recuerda, es una película, como asegurar que las personas pueden volar y resistir las balas solo porque Super-Man/Iron-Man lo hace y no le pasa nada).
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O el aprender desde pequeños a que la comida saludable es un castigo, entonces “sufrimos la dieta”, tan solo ve la reacción de las personas cuando se enteran que alguien se puso a dieta, le hacen una cara de compasión tremenda, como si le hubieran dicho, te quedan algunas semanas de vida.
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Y bajo esa actitud se encargan de sabotear tu decisión de cuidarte como si esas últimas semanas de vida mejor la pases bomba comiendo de todo (pues total si de todos modos te vas a morir, da igual), es decir, vemos el hacer una dieta saludable con un grado de auto-lesión que merece que todos se compadezcan de ti y pobre, pues a “sufrir” tu castigo, digo tu dieta.
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RESPONSABILIZARLOS DE NUESTROS TRAUMAS:
Esta especie de proyección psicológica de nuestros traumas y errores, la transmitimos a nuestros hijos, ya sea que haga o se parezca a mi o todo lo contrario.
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Por ejemplo, he tenido pacientes que desde pequeños fueron gordit@s (me incluyo aquí) y al haber vivido la experiencia de serlo, el saber las burlas, limitaciones físicas, baja autoestima, etc., crecieron sufriendo las consecuencias del sobrepeso y obesidad (sin responsabilizarse en la vida adulta por sus malos hábitos y cambiarlos), transfiriendo ese trauma a sus pequeños para “evitarles el sufrimiento”.
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Por lo tanto, se les exige, se les regaña, se les trauma por todo lo que hacen mal, lo mal que comen, lo gordos que están, lo perezosos que son, etc., sin hacer tu parte para educarlos y predicar con el ejemplo para que el(la) niñ@ cambie por consecuencia de tu ejemplo y decisiones.
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El otro extremo es la competencia, mucho más común entre madre e hija, cuando la madre tiene el trauma de no querer ser gorda o no dejar que nadie más sobre salga con una figura mejor, por lo tanto, sabotean a los hijos (repito, más común entre mujeres), para que sean gorditas y con ello, no les quiten el brillo y la atención o el piropo de los demás, al escribir esto, suena cruel y no hallo otra forma políticamente más correcta de decirlo, pero así pasa en la realidad aunque nadie lo admita abierta o conscientemente.
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Estas son algunas recomendaciones que parecen lógicas, pero créeme cuestan hacerlas y por lo tanto debes empeñarte y esforzarte por hacer esos cambios que solo tú debes tener la iniciativa por hacerlos, a nadie más le importa la salud y el respeto de tus hijos más que la que te debe importar a ti.
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Si tú dejas de comprar papas, galletas, botanas, dulces, refrescos, vas a dejar de comerlos tú, por lo tanto, ellos comerán mejor al no tener esas opciones en casa.
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Si tú compras verduras y frutas frescas (evita las secas o deshidratadas y/o fritas) y sobre todo te ven comerlas, por consecuencia se les antojará y te las pedirán sin que los obligues.
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Si tú dejas de comer en la calle y te pones a preparar los alimentos en casa, por consecuencia también guisarás para ellos y comerán lo mismo generando el gusto y hábito por comer lo que preparas.
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Si tú te esfuerzas un poco más y te das el tiempo de preparar un guisado un poco más “elaborado” incorporando verduras en el mismo, darás variedad e incrementarás las opciones para comer, evitando que las opciones solo sean alimentos procesados, pre-cocidos, fritos, capeados o empanizados.
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Espero te haya quedado más claro a qué me refiero al decirte que no obligues a tus hijos a comer saludable, solo deja de comer mal tú y por consecuencia lógica ellos mejorarán sus hábitos.
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Por: Mtro. en Nut. Oscar M. Alanis
CEO Sbel-T Forever
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